miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dejamos atrás.

Nuestra vida ha discurrido entre las calles de una ciudad. Desde pequeños hemos sido amigos y nos hemos enfadado y vuelto a reconciliar. Hemos jugado en el parque de abajo de nuestra casa con cualquier vecino, y lo bien que nos lo pasábamos. Poco a poco hemos ido creciendo y subiendo de cursos académicos. Hemos seguido nuestros instintos y llevamos con nosotros a todos esos amigos con los que jugábamos y reíamos en clase. Nosotros medíamos la edad conforme a la puerta del colegio por la que entrábamos, y cuando llegamos a la más grande y éramos los mayores del "cole", nos pusieron otra meta: el instituto. Pasamos casi todos al mismo, dejando atrás amistades, aunque forjamos otras en el "nuevo". Pasito a pasito pasamos de que pesase más la mochila que nosotros, a poder llevarla con nosotros. Y subiendo y bajando escaleras pasaron nuestros primeros años allí. Curso a curso y las mismas caras veíamos cada día, ya nos acostumbramos a ello. Queríamos empezar otra vez solo por lo bien que nos lo pasábamos en clase con todos ellos. Pero empezaron los cursos duros, los que ya había que estudiar y no se podía dejar todo para el último día (aunque reconozcamos que lo hemos hecho hasta este último y lo seguiremos haciendo). Nos hicimos mayores, y eso lo notábamos ya en que habíamos crecido: nosotras unas señoritas y ellos una voz un tanto rara que nos costaba reconocer. Y así pasó nuestra infancia y adolescencia; entre risas y carcajadas, entre juegos y pintadas en la pizarra. Y ahora llega lo de decir adiós; lo de dejar atrás aquella vida para sumergirnos en otra etapa. Alguno nos costará más que a otros, pues algunos dejamos estas calles para intentar sobrevivir en un mundo aparte.
Mucha suerte a todos y que os vaya muy requetebién. 
Será raro volver a empezar y sin vosotros.